Es tradición en Lima asistir a un circo con la familia durante la temporada de vacaciones escolares de medio año (post fiestas patrias) ¿quién instauró la tradición? pues nadie sabe, ningún historiador se ha tomado la molestia de indagar acerca de este "entretenido" tema.
Recuerdo personalmente mis experiencias con los circos, algunas positivas, otras no tanto; parte de la vida de un niño, como los juegos de canicas, el trompo y el fútbol. Mi primer recuerdo de un circo vive alimentado por las referencias de mi madre, que en cada oportuna ocasión saca a colación el tema, recuerdo haber asistido al circo de la Chilindrina y al de Kiko (en sus temporadas buenas, no cuando venían para saldar deudas con televisa ni para que les arranquen unas declaraciones con respecto a Roberto Gomez Bolaños y sus infinitas querellas por derechos de autor) recuerdo vagamente el "círculo de la muerte" (una esfera de malla metálica dentro de la cual circulaban un par de motocicletas haciendo atrevidas piruetas) recuerdo también los inacabables algodones de azúcar -rosados por excelencia- y las manzanas acarameladas que desafiaban la contundencia de mis dientes.
Viene a mi mente la larguísima temporada por los desiertos tacneños y mi encuentro con un circo humilde, pero entusiasta; y las experiencias bastante directas con la gente del circo, sus dramas fuera de las funciones, su gran motivación durante ellas, las fotos-llavero en miniatura (como una especie de slide de aumento) experiencias tan directas como aquel incidente con mi hermano y una patada de burro que lo llevó con un gran susto a la clínica, en fin, anécdotas que quedan en la retina.
Pasan los años y los ojos de niño se pierden ante la madurez y la pérdida de la inocencia moral, los circos ya no son los mismos cuando uno es adulto. Aparecen asuntos que no existían cuando niño: el problema de los derechos animales (bastaba con fijarse en las pintas hechas por los defensores de éstos) las -marcadas- diferencias sociales, al comparar la tarumba con una modesta carpa en Villa El Salvador. El ingenio de los peruanos, con toda la parafernalia comercial alrededor de las carpas: anticuchos y comida "al paso" en general, juguetes minúsculos por doquier, golosinas para todos los gustos y uno que otro revendedor de entradas (claro, dependiendo de la envergadura de la carpa)
Circos y espectáculos para todos los gustos, para todos los bolsillos. Mención honrosa para "la tarumba" que año a año nos muestra que el talento artísticamente combinado es sinónimo de éxito y belleza visual ¿quién no salió de esa carpa roja con unas ganas enormes de ser parte del circo luego de la función? la gran mayoría caemos rendidos ante la magia de ese circo. Y bueno, para quienes no toleran el olor a león viejo ni soportan multitudes, siempre está la opción de la TV por cable o el DVD para ver el cirque du soleil (circo del sol)
Hecho aparte que merece mencionarse es el salto cualitativo que pegaron las carpas en la última década, quienes pasamos las dos décadas de vida nos habremos percatado que la hejemonía de los circos extranjeros ha sido casi absolutamente arrebatada por una plaga de circos made-in-perú, que las estrellas mediáticas de nuestra pantalla chica dieron el salto y se dieron cuenta que ellos también podían emular a Kiko y a la Chilindrina, bastaba con "alquilar" una carpa con todo y circenses adentro, armar un show temático e inundar de propraganda algún distrito populoso de nuestra querida (¿?) capital: negocio redondo.
De lado quedaban temas como la seguridad -a todo nivel- la salubridad pública o los derechos de autor. Poco importaba tener una carpa armada con todas las de la ley, incluir una malla de seguridad para los equilibristas y acróbatas, que las tarimas para el público sean los suficientemente resistentes o que los animales a exponer en la función estén bajo control por personal profesional. Se olvidaron de lo delicado que es mantener sano a varios animales en jaulas, en un clima poco favorable, bajo el ruido infernal del tránsito y las interminables miradas de cientos de curiosos que pasaban por la jaula y no resistían la tentación de molestar al león o al animal de paso. El copyright y las regalías sonaban a cuento chino, bastaba con cambiar un poquito el nombre de los personajes sin importar que los disfraces a utilizar sean idénticos a los originales y que la trama sea la misma, si ya habían encontrado la trampa a la norma, ¿qué más da? "La función debe continuar"
imagen (crédito) william medeiros
Atentamente
Richard Torchiani G
Moderador de Perú: País de las MaravillaS
Recuerdo personalmente mis experiencias con los circos, algunas positivas, otras no tanto; parte de la vida de un niño, como los juegos de canicas, el trompo y el fútbol. Mi primer recuerdo de un circo vive alimentado por las referencias de mi madre, que en cada oportuna ocasión saca a colación el tema, recuerdo haber asistido al circo de la Chilindrina y al de Kiko (en sus temporadas buenas, no cuando venían para saldar deudas con televisa ni para que les arranquen unas declaraciones con respecto a Roberto Gomez Bolaños y sus infinitas querellas por derechos de autor) recuerdo vagamente el "círculo de la muerte" (una esfera de malla metálica dentro de la cual circulaban un par de motocicletas haciendo atrevidas piruetas) recuerdo también los inacabables algodones de azúcar -rosados por excelencia- y las manzanas acarameladas que desafiaban la contundencia de mis dientes.
Viene a mi mente la larguísima temporada por los desiertos tacneños y mi encuentro con un circo humilde, pero entusiasta; y las experiencias bastante directas con la gente del circo, sus dramas fuera de las funciones, su gran motivación durante ellas, las fotos-llavero en miniatura (como una especie de slide de aumento) experiencias tan directas como aquel incidente con mi hermano y una patada de burro que lo llevó con un gran susto a la clínica, en fin, anécdotas que quedan en la retina.
Pasan los años y los ojos de niño se pierden ante la madurez y la pérdida de la inocencia moral, los circos ya no son los mismos cuando uno es adulto. Aparecen asuntos que no existían cuando niño: el problema de los derechos animales (bastaba con fijarse en las pintas hechas por los defensores de éstos) las -marcadas- diferencias sociales, al comparar la tarumba con una modesta carpa en Villa El Salvador. El ingenio de los peruanos, con toda la parafernalia comercial alrededor de las carpas: anticuchos y comida "al paso" en general, juguetes minúsculos por doquier, golosinas para todos los gustos y uno que otro revendedor de entradas (claro, dependiendo de la envergadura de la carpa)
Circos y espectáculos para todos los gustos, para todos los bolsillos. Mención honrosa para "la tarumba" que año a año nos muestra que el talento artísticamente combinado es sinónimo de éxito y belleza visual ¿quién no salió de esa carpa roja con unas ganas enormes de ser parte del circo luego de la función? la gran mayoría caemos rendidos ante la magia de ese circo. Y bueno, para quienes no toleran el olor a león viejo ni soportan multitudes, siempre está la opción de la TV por cable o el DVD para ver el cirque du soleil (circo del sol)
Hecho aparte que merece mencionarse es el salto cualitativo que pegaron las carpas en la última década, quienes pasamos las dos décadas de vida nos habremos percatado que la hejemonía de los circos extranjeros ha sido casi absolutamente arrebatada por una plaga de circos made-in-perú, que las estrellas mediáticas de nuestra pantalla chica dieron el salto y se dieron cuenta que ellos también podían emular a Kiko y a la Chilindrina, bastaba con "alquilar" una carpa con todo y circenses adentro, armar un show temático e inundar de propraganda algún distrito populoso de nuestra querida (¿?) capital: negocio redondo.
De lado quedaban temas como la seguridad -a todo nivel- la salubridad pública o los derechos de autor. Poco importaba tener una carpa armada con todas las de la ley, incluir una malla de seguridad para los equilibristas y acróbatas, que las tarimas para el público sean los suficientemente resistentes o que los animales a exponer en la función estén bajo control por personal profesional. Se olvidaron de lo delicado que es mantener sano a varios animales en jaulas, en un clima poco favorable, bajo el ruido infernal del tránsito y las interminables miradas de cientos de curiosos que pasaban por la jaula y no resistían la tentación de molestar al león o al animal de paso. El copyright y las regalías sonaban a cuento chino, bastaba con cambiar un poquito el nombre de los personajes sin importar que los disfraces a utilizar sean idénticos a los originales y que la trama sea la misma, si ya habían encontrado la trampa a la norma, ¿qué más da? "La función debe continuar"
imagen (crédito) william medeiros
Atentamente
Richard Torchiani G
Moderador de Perú: País de las MaravillaS
1 comentario:
si que ha cambiado mucho los circos en nuestro pais hay para todos los gustos......
Publicar un comentario