Héme aquí para relatarles en papel, una de las experiencias urbanas más bizarras que he tenido en lo que va de mi peruanísima vida, y todo en 60 minutos de viaje en un bus.
Diez post meridiano, luego de dejar pasar tres buses (con seis minutos de diferencia entre cada uno como promedio), raudo me dirigí a subir al cuarto bus que me llevaría a mi destino (mi casa) Casi siempre suelo escojer un bus donde aún queden asientos disponibles, porque detesto cuando el bus va absolutamente lleno y las personas se apiñan a más no poder, además una hora y veinte minutos de viaje de pie no es mi estilo. Como de costumbre fijé mi mirada en las filas de asientos al final del bus, éste tenía una forma peculiar de distribuir dichos asientos: había un par en la esquina derecha, justo detrás de la puerta de "subida", a la izquierda de dichos asientos, había una especie de compartimiento propio de la carrocería, inmediatamente estaba colocada una hilera con capacidad para tres personas (de contextura promedio) cómodamente sentadas. Decidí escoger la fila detrás de la puerta, como siempre al lado de la ventanilla para observar el cielo negro contaminado de luz naranja.
Tras diez minutos de viaje se dio inicio al show: el bus se detuvo en uno de los dizque paraderos y el conductor accionó el control para abrir la puerta trasera, aquélla que estaba a mi costado, pero yo en ese instante andaba divagando en cuestiones filosóficas y no presté atención visual, vagamente me percaté de lo siguiente: se prestaba a subir una señora con un par de niñas menores de 8 años, el cobrador cogió el brazo de una de ellas para ayudarla a subir "más rápido" y la niña oponía resistencia esperando alguna indicación de su madre, quien ni corta ni perezosa le profirió al cobrador: "Déjala subir sola, que ella puede! quítale la mano de encima! qué te pasa ah?" sorprendido de escuchar aquel tonito de voz (se notaba cierto matiz de furia contenida desde la infancia) el cobrador atinó a soltar a la niña y retorcedió unos metros, la niña subió sola apoyándose en el manubrio y luego percibí las figuras de otras dos niñas y una mujer sumamente delgada, con el cabello corto y un chullo en la cabeza; miré de reojo y noté en su rostro un aire particular: su lenguaje corporal se distinguía del resto, no me atreví a seguir observándola por temor a alguna reacción violenta de su parte.
Las niñas se juntaron y buscaron la mirada de su madre quien les indicó sentarse en la hilera de tres asientos, en la cual estaba sentado un chico (en el centro) si titubear la señora se dirigió al muchacho: "puedes moverte para que se sienten mis hijas?" él, con pinta de universitario-rebelde-emocionalmente la miró, dudó un instante y luego hizo lo que ella le pidió. Una vez ya acomodadas, la señora le dijo a la niña que protagonizó el incidente: "la próxima vez que alguien te jale para subir dile 'a mí me han parí'o perfecta, no necesito que me ayuden a subir' qué cosa se habrán creido" sentenció mirando al cobrador. El chofer tenía encendida la radio en una emisora de "música del recuerdo" y en ese preciso instante se escuchaba la voz de Rocío Jurado cuando de pronto escuché a alguien haciéndole dúo ¿adivinan quién? pues sí, la señora de las tres niñas. Cantaba sin reparos, a pesar que su garganta dejaba notar algún deterioro, productos de seguramente varios gritos y el inclemente frío de Lima, quizá una que otra copita.
El bus continuaba su recorrido y cada vez subían más personas, mientras tanto en la pugna por subir, un niño irrumpió en el pasillo e inició su discurso -vendía caramelos- al terminar su faena, se acercó a cada uno de los pasajeros y cuando llegó frente a la señora de las tres niñas, ésta le dijo: "niño, ven, toma..." entregándole un puñado de caramelos que sacó de una bolsa que llevaba entre la piernas "yo también vendo, pero ya acabé por hoy, ya saqué para el cuarto de mis hijas, toma, tú los necesitas más que yo ahora..." el niño aceptó el ofrecimiento y entre confundido y sonriente bajó del bus, mientras la madre hablaba con sus hijas: "ese niño sale a trabajar solito, seguro lo explotan, ahora tiene que ir a darle la plata a su madre, porque seguro su padre ni lo ve, para eso son buenos los hombre, para tener hijos y después desaparecer..." sentenció, las niñas escuchaban atentamente. Las personas seguían subiendo y el bus hace un buen rato había completado sus asientos, los "parados" se hacían cada vez más, en su mayoría subían por la puerta trasera, yo era testigo privilegiado de todos sus periplos. De pronto subió una señora de avanzada edad, y al ver que no habían asientos disponibles, se sitió estratégicamente al lado del chico universitario, al ver esta escena la señora de las tres hijas le dijo: " muchacho ¿por qué no te paras para darle el asiento a la señora?" ante esto, y con el antecedente, el universitario -raudo y sin chistar- se levantó. Junto con la dama subió un hombre de contextura gruesa vestido con un buzo de deporte, se situó al costado de la señora de las tres hijas cuando de pronto se escuchó: "oye! ándate más atrás! y deja de sobarte en la pierna de mi hija que no te está haciendo nada, ¡enfermo eres! crees que no me doy cuenta y vienes a pajillarte* con mi hija" ante tamaña recriminación el hombre no tuvo más remedio que hacerse a un lado.
Tras ese reproche, reparé en la acentuación y sobre todo en aquella palabra ajena al contexto limeño (pajillarte) junto con el fervor con el que hizo dúo con Rocío Jurado, el disonante "parí'o" y la actitud asertiva-agresiva había yo, de alguna manera, corroborado mi hipótesis: influencia española, pero no tenía aspecto de española, pues habían muchos matices peruanos en sus maneras, luego de etse breve análisis redefiní mi hipótesis: ¡Gitana! y de segunda generación. Entre tanta gente que subía (muchísima) y bajaba (poquísima) fue a parar al lado de la señora de las tres hijas, un par de chicas que por su porte parecían haber salido de la academia pre con rumbo a sus casas, la señora... se ofreció para cargarle a las chica más próxima la mochila que, con dificultad, llevaba colgada al hombro; ella aceptó e inmediatamente establecieron conversación, alcancé a escuchar que la señora no sólo era madre de tres niñas: existían nueve más y ¡uno en camino!. Por un momento intenté observar a esta señora, pero ya era tanta la cantidad de gente en el bus que me fue imposible, cuando me percaté de este hecho, dejé de lado mis hipótesis y volví mi atención al bus, repleto pero aún así seguían subiendo la personas (es impresionante lo poco que se estiman algunas personas, prefieren subir a un bus donde ya no pueden ni mantenerse dignamente en pie, a esperar el siguiente bus que seguramente tiene más espacio disponible, dónde quedó su conciencia, dónde su perspectiva de futuro, realmente no lo sé) entre ésta meditación decepcionante y a la vez iracunda aconteció "la gota que derramó el vaso" era tanta la cantidad de gente que habían tres sujetos (una mujer incluida) ocupando los escalones de la puerta posterior, cuando el bus se detiene y abre dicha puerta para que suba un chico con una mochila en la espalda, quien trepó -literalmente- al bus con gran dificultad, no pudiendo avanzar más, quedó parado en el primer escalón, en ese instante la puerta se cerró aprisionando al chico cuyo brazo derecho quedó fuera del bus. Inmediatamente la gente empezó a gritarle al chofer: "oe! abre la puerta de atrás!" gritaba un hombre "su brazo! su brazo!" decía la chica junto a él, tras cada instante más y más eran las voces que proferían reclamos e insultos (irreproducibles ahora) hacia el chofer y cobrador, hasta que la puerta se abrió, la gente se apiñó más y el chico pudo liberar su brazo y subir al siguiente escalón.
Tras ese hecho, la gente inció una tertulia espontánea con quien tenían a su lado acerca del problema del apiñamiento en el bus, demás está decir que me pareció ridículo e inconsecuente, pues todos coincidían en echarle la culpa al chofer por "dejar subir más gente" en los siguientes paraderos se escuchaban gritos como éste: "oe! ya no hagas subir más gente" refiriéndose al chofer, como si la directa responsabilidad la tuviera él, cuando lo lógico es que quienes deberían abstenerse de subir a bus tan repleto son las personas que aguardan en los paraderos, las mismas que habían subido por montones durante la segunda mitad del viaje. Un comentario hizo que interrumpiera mi análisis social de conyuntura, "Esto parece el arca de Noé..." dijo la señora de las tres hijas "...puro animal sube!" Sí señora, tiene mucha razón.
* pajillarte: vocablo (jerga) de origen español, se traduce como masturbarse o frotarse con fines de placer sexual.
- Imagen: crédito, william medeiros.
- PD (Nota del autor) Las disculpas del caso a los animales, tómenlo por el lado amable, la expresión está contextualizada, en ningún momento tuve intención de ofenderlos.
Atentamente
Richard Torchiani G
Moderador de Perú: País de las MaravillaS
Diez post meridiano, luego de dejar pasar tres buses (con seis minutos de diferencia entre cada uno como promedio), raudo me dirigí a subir al cuarto bus que me llevaría a mi destino (mi casa) Casi siempre suelo escojer un bus donde aún queden asientos disponibles, porque detesto cuando el bus va absolutamente lleno y las personas se apiñan a más no poder, además una hora y veinte minutos de viaje de pie no es mi estilo. Como de costumbre fijé mi mirada en las filas de asientos al final del bus, éste tenía una forma peculiar de distribuir dichos asientos: había un par en la esquina derecha, justo detrás de la puerta de "subida", a la izquierda de dichos asientos, había una especie de compartimiento propio de la carrocería, inmediatamente estaba colocada una hilera con capacidad para tres personas (de contextura promedio) cómodamente sentadas. Decidí escoger la fila detrás de la puerta, como siempre al lado de la ventanilla para observar el cielo negro contaminado de luz naranja.
Tras diez minutos de viaje se dio inicio al show: el bus se detuvo en uno de los dizque paraderos y el conductor accionó el control para abrir la puerta trasera, aquélla que estaba a mi costado, pero yo en ese instante andaba divagando en cuestiones filosóficas y no presté atención visual, vagamente me percaté de lo siguiente: se prestaba a subir una señora con un par de niñas menores de 8 años, el cobrador cogió el brazo de una de ellas para ayudarla a subir "más rápido" y la niña oponía resistencia esperando alguna indicación de su madre, quien ni corta ni perezosa le profirió al cobrador: "Déjala subir sola, que ella puede! quítale la mano de encima! qué te pasa ah?" sorprendido de escuchar aquel tonito de voz (se notaba cierto matiz de furia contenida desde la infancia) el cobrador atinó a soltar a la niña y retorcedió unos metros, la niña subió sola apoyándose en el manubrio y luego percibí las figuras de otras dos niñas y una mujer sumamente delgada, con el cabello corto y un chullo en la cabeza; miré de reojo y noté en su rostro un aire particular: su lenguaje corporal se distinguía del resto, no me atreví a seguir observándola por temor a alguna reacción violenta de su parte.
Las niñas se juntaron y buscaron la mirada de su madre quien les indicó sentarse en la hilera de tres asientos, en la cual estaba sentado un chico (en el centro) si titubear la señora se dirigió al muchacho: "puedes moverte para que se sienten mis hijas?" él, con pinta de universitario-rebelde-emocionalmente la miró, dudó un instante y luego hizo lo que ella le pidió. Una vez ya acomodadas, la señora le dijo a la niña que protagonizó el incidente: "la próxima vez que alguien te jale para subir dile 'a mí me han parí'o perfecta, no necesito que me ayuden a subir' qué cosa se habrán creido" sentenció mirando al cobrador. El chofer tenía encendida la radio en una emisora de "música del recuerdo" y en ese preciso instante se escuchaba la voz de Rocío Jurado cuando de pronto escuché a alguien haciéndole dúo ¿adivinan quién? pues sí, la señora de las tres niñas. Cantaba sin reparos, a pesar que su garganta dejaba notar algún deterioro, productos de seguramente varios gritos y el inclemente frío de Lima, quizá una que otra copita.
El bus continuaba su recorrido y cada vez subían más personas, mientras tanto en la pugna por subir, un niño irrumpió en el pasillo e inició su discurso -vendía caramelos- al terminar su faena, se acercó a cada uno de los pasajeros y cuando llegó frente a la señora de las tres niñas, ésta le dijo: "niño, ven, toma..." entregándole un puñado de caramelos que sacó de una bolsa que llevaba entre la piernas "yo también vendo, pero ya acabé por hoy, ya saqué para el cuarto de mis hijas, toma, tú los necesitas más que yo ahora..." el niño aceptó el ofrecimiento y entre confundido y sonriente bajó del bus, mientras la madre hablaba con sus hijas: "ese niño sale a trabajar solito, seguro lo explotan, ahora tiene que ir a darle la plata a su madre, porque seguro su padre ni lo ve, para eso son buenos los hombre, para tener hijos y después desaparecer..." sentenció, las niñas escuchaban atentamente. Las personas seguían subiendo y el bus hace un buen rato había completado sus asientos, los "parados" se hacían cada vez más, en su mayoría subían por la puerta trasera, yo era testigo privilegiado de todos sus periplos. De pronto subió una señora de avanzada edad, y al ver que no habían asientos disponibles, se sitió estratégicamente al lado del chico universitario, al ver esta escena la señora de las tres hijas le dijo: " muchacho ¿por qué no te paras para darle el asiento a la señora?" ante esto, y con el antecedente, el universitario -raudo y sin chistar- se levantó. Junto con la dama subió un hombre de contextura gruesa vestido con un buzo de deporte, se situó al costado de la señora de las tres hijas cuando de pronto se escuchó: "oye! ándate más atrás! y deja de sobarte en la pierna de mi hija que no te está haciendo nada, ¡enfermo eres! crees que no me doy cuenta y vienes a pajillarte* con mi hija" ante tamaña recriminación el hombre no tuvo más remedio que hacerse a un lado.
Tras ese reproche, reparé en la acentuación y sobre todo en aquella palabra ajena al contexto limeño (pajillarte) junto con el fervor con el que hizo dúo con Rocío Jurado, el disonante "parí'o" y la actitud asertiva-agresiva había yo, de alguna manera, corroborado mi hipótesis: influencia española, pero no tenía aspecto de española, pues habían muchos matices peruanos en sus maneras, luego de etse breve análisis redefiní mi hipótesis: ¡Gitana! y de segunda generación. Entre tanta gente que subía (muchísima) y bajaba (poquísima) fue a parar al lado de la señora de las tres hijas, un par de chicas que por su porte parecían haber salido de la academia pre con rumbo a sus casas, la señora... se ofreció para cargarle a las chica más próxima la mochila que, con dificultad, llevaba colgada al hombro; ella aceptó e inmediatamente establecieron conversación, alcancé a escuchar que la señora no sólo era madre de tres niñas: existían nueve más y ¡uno en camino!. Por un momento intenté observar a esta señora, pero ya era tanta la cantidad de gente en el bus que me fue imposible, cuando me percaté de este hecho, dejé de lado mis hipótesis y volví mi atención al bus, repleto pero aún así seguían subiendo la personas (es impresionante lo poco que se estiman algunas personas, prefieren subir a un bus donde ya no pueden ni mantenerse dignamente en pie, a esperar el siguiente bus que seguramente tiene más espacio disponible, dónde quedó su conciencia, dónde su perspectiva de futuro, realmente no lo sé) entre ésta meditación decepcionante y a la vez iracunda aconteció "la gota que derramó el vaso" era tanta la cantidad de gente que habían tres sujetos (una mujer incluida) ocupando los escalones de la puerta posterior, cuando el bus se detiene y abre dicha puerta para que suba un chico con una mochila en la espalda, quien trepó -literalmente- al bus con gran dificultad, no pudiendo avanzar más, quedó parado en el primer escalón, en ese instante la puerta se cerró aprisionando al chico cuyo brazo derecho quedó fuera del bus. Inmediatamente la gente empezó a gritarle al chofer: "oe! abre la puerta de atrás!" gritaba un hombre "su brazo! su brazo!" decía la chica junto a él, tras cada instante más y más eran las voces que proferían reclamos e insultos (irreproducibles ahora) hacia el chofer y cobrador, hasta que la puerta se abrió, la gente se apiñó más y el chico pudo liberar su brazo y subir al siguiente escalón.
Tras ese hecho, la gente inció una tertulia espontánea con quien tenían a su lado acerca del problema del apiñamiento en el bus, demás está decir que me pareció ridículo e inconsecuente, pues todos coincidían en echarle la culpa al chofer por "dejar subir más gente" en los siguientes paraderos se escuchaban gritos como éste: "oe! ya no hagas subir más gente" refiriéndose al chofer, como si la directa responsabilidad la tuviera él, cuando lo lógico es que quienes deberían abstenerse de subir a bus tan repleto son las personas que aguardan en los paraderos, las mismas que habían subido por montones durante la segunda mitad del viaje. Un comentario hizo que interrumpiera mi análisis social de conyuntura, "Esto parece el arca de Noé..." dijo la señora de las tres hijas "...puro animal sube!" Sí señora, tiene mucha razón.
* pajillarte: vocablo (jerga) de origen español, se traduce como masturbarse o frotarse con fines de placer sexual.
- Imagen: crédito, william medeiros.
- PD (Nota del autor) Las disculpas del caso a los animales, tómenlo por el lado amable, la expresión está contextualizada, en ningún momento tuve intención de ofenderlos.
Atentamente
Richard Torchiani G
Moderador de Perú: País de las MaravillaS
1 comentario:
reportándose desde sicuani!
experiencias surreales en transportes públicos, en el camino de regreso de cuzco a sicuani (3 horas) subió un borracho a la unidad en que me transportaba (una couster bastante maltratada de aspecto) y empezo a importunar a los pasajeros con su olor a alcohol y su incapacidad para mantenerse en pie, ante la denuncia del hecho al cobrador y la exigencia -popular- de que lo bajara, el ebrio encontro lucidez en alguna parte de su intoxicado cerebro y se puso a disertar sobre plantas medicinales, sus ventajas y desventajas, donde se pueden encontrar y demás.. con voz altisonante y gangosa, aun tambaleándose exigía que alguien le pregunte cualquier cosa pues el estaba como decía "en todas sus facultades..."
con lo poco de paciencia que me quedaba le pedí que se callara pero estaba fuera de este mundo, aun cuando apagaban la luz (serían alrededor de las 8pm) y nos sumíamos en la oscuridad el continuaba hablando, el punto crítico llego cuando su falta de equilibrio lo llevo a casi caerse sobre unas voluntarias alemanas que iban con nosotros... tuve que intervenir y si la sangre no llego al rio fue porque el tipo realmente apestaba, aguantando la respiracion lo empuje hacia adelante y que el cobrador lo aguante.
no es la primera vez que me topo con un espectaculo asi pero esta vez fue demasiado.
PD. al parecer esto es usual en esta parte del Peru, segun he podido escuchar...
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