junio 08, 2006

Entre Siembras y Reggaeton

(La lucha por ser escuchados)

Para comunicar hay que captar el código preciso, buscar la manera de llegar al público y -lo más arduo del camino- lograr movilizar su afectividad, de esa manera las personas se ven decididas a comportarse de manera productiva, aunque no sepan exactamente por qué lo hacen.
El asunto de elegir el código es cuestión de "poseer como mínimo dos dedos de frente" para bien, o de "yo amo a Maquiavelo" para mal. Sea como fuere, en nuestro país, estas dos opciones han generado sendos problemas sociales que, a la larga, configurarán una generación (como mínimo, cuando no sean dos) que colinde con la mediocridad genotípica y se torne en el punto de partida para, tras muchos años bajo el río, la aparición de una contracorriente -¿le suena familiar la palabrita?- social que haga frente a la apocalíptica problemática y busque reivindicar la dignidad y conciencia humana. La primera estrategia busca amoldar el código a sus receptores, con la -ingenua- esperanza de que el mensaje cale hondo en ellos y se internalice reconfigurando su sistema cognitivo para dar paso a un sano desarrollo de la moralidad y la justicia. Nada más torpe, si bien la intención es plausible, el método es un óbito fetal: muerto antes de nacer. Lamentablemente la falta de visión a futuro hace que los pocos intentos por mejorar la información social de los niños y púberes caiga en este tipo de estrategia: sesgada.
Un caso que ejemplifica lo expuesto en el párrafo anterior lo constituye -con triste orgullo- la campaña "sembremos valores" gestada por el señor Roberto Ramirez, sí, el popular "pecoso", el personaje de las arengas a la selección peruana y demás malabares. Este escrito no pretende ni ofender, ni burlar, ni dañar dicha campaña, simplemente busca revelar su error de planteamiento: ¡es muy cursi!

Cierto es que en la actualidad los niños dejaron de ser los "muñequitos ingenuos" de otrora, le hacen puag a los planteamientos absolutistas del bien, ya no creen en "papá noel" o el cuento de las "la flor y la abejita" mucho menos en los ajetreos de la cigüeña parisina. Al estar expuestos desde temprana edad a la información generada por los medios de comunicación, los niños adquieren una estructura de pensamiento cualitativamente más compleja a medida que la sociedad evoluciona, por lo cual si los adultos queremos llegar a ellos, debemos configurar una estrategia clara, sin miramientos ni especulaciones abstractas acerca de las reacciones de los niños y sobre cómo pueden manejar la información que se les proporciona.



Los niños y púberes de hoy están cubiertos de ironía y sarcasmo, su lenguaje es propio y cambia vertiginosamente: es ultra-dinámico, se manejan en grupos de referencia y buscan siempre ser secundados o -cuando la situación lo amerita- secundar al resto, a fin de cuentas lo importante para ellos es lograr el reconcimiento para sentirse importantes y realizados; el problema radica en los métodos que utilizan y en el trasfondo de sus acciones, pero eso es tema de tertulia ajena. Estas pequeñas -por el tamaño- personas son invadidas por violencia urbana y ficticia, ataques directos e indirectos, caminos inadecuados, egoísmo y arribismo, corrupción e informalidad en cada esquina, en cada página y en cada tarde-noche frente a la tele de siempre, la tele de todos los días. Estrategias que pregonen el "hay que ser buenitos siempre" o "si te hacen mal acúsalos con tu mamá" están desfasadas, no resultan, por el contrario, le otorgan a sus receptores un mensaje que justifica la ley del más fuerte, donde los justos son considerados monses, sin interés alguno para establecer contacto y reconocimientos social, o sea, na'a que ver.



Atentamente
Richard Torchiani G.
Moderador de "Perú: País de las Maravillas"

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