
Esta semana fui parte de dos historias que ejemplifican perfectamente el titulo de este post. El primer relato ocurre en el viaje que tuve el día domingo al norte chico, a la cálida ciudad de Huacho. Empecé mi viaje dirigiéndome al paradero informal de Habich, lamentablemente en agencia se demora más y encima pago más, así que me sale mas cómodo irme a parar un Bus interprovincial cual quien detiene una combi en la esquina.
Es así que empezamos con el bus medio vacío, la terramoza haciendo subir a las personas rápidamente, cual bulto de la parada, y acomodándolos muchas veces de la misma manera. El bus estaba medio vacío aun, no habría problemas con los pasajeros por lo menos en un buen tramo de la ruta, suponía yo. Siguieron subiendo en Mega Plaza, en Metro y en otros, seguía llenando se el bus. Llegó un punto en el que el bus estaba completo. Los espacios entre asientos pequeños para mi tamaño (es difícil encontrar en Lima asiento para un chico de 1.85 y suerte que no crecí más) además de incómodos al momento de sentarse. Siguió el bus con su recorrido, pero en eso veo a un señor que estaba con su hijo y se disponía a sentarse al lado mío, la terramoza le increpa que ese asiento estaba reservado, en mi cabeza surgió la gran interrogación sobre ¿Cómo se puede reservar un asiento en un bus que recoge a diestra y siniestra pasajeros? Sin pensarlo, el señor hizo un pequeño escándalo, habló en voz alta, increpó el maltrato que creía recibir de la agencia en general y que era un abuso. El señor venía con su pequeño hijo de aproximadamente 7 años. Imagínense: 1) Un viaje de 2 horas parado; 2) Con tu hijo y 3) Un bus que viaja más rápido que el auto fantástico. El señor paró la queja, pero siguió, increíblemente, con el viaje. Además de ello siguió subiendo más gente en los paraderos contiguos. Nadie reclamó ni ayudó al señor, ni siquiera yo ya que igual se me hacía tarde, no crean que no me duele aceptar ello.
El segundo relato viene a mi mente luego de leer un correo que parece que está siendo muy difundido, y eso sobre el respeto al medio pasaje como el 50% del pago del pasaje adulto. Hace ya más de un año, cuando mi padre estuvo hospitalizado, salía con mi madre del hospital Naval, muy cerca de la Ciudad Universitaria de la Universidad San Marcos. A las 10:45 de la noche subieron a la altura de la Universidad dos jóvenes universitarios. Ellos, a diferencia mía, se iban hasta lo que se conoce como el distrito de Vitarte, a más de 1 hora de viaje de la universidad. El cobrador les quiso cobrar lo que a todo el mundo les cobra por ir hasta allá, Un sol. Los universitarios protestaron, por que el medio, decían ellos, es 0.80. El cobrador y el chofer se agarraron en una pelea de boca con los universitarios, la cual siguió hasta el momento en que bajé con mi madre. A mí no me hicieron problemas porque les dije que iba una distancia más corta por la cual pagué 50, pero otra chica delante mío pagó el sol, a pesar de que tenía el Carné universitario (fui un poco sapo para verlo). Nunca llegué a preguntarle por qué no pagó medio.
Eso ha sucedido con muchas personas de mi entorno, que para no ganarse broncas, o roches, prefieren pagar la tarifa completa y en ello sí discrepo ya que constantemente me mecho con cobradores para que respeten, aunque sea, su propio tarifario. Estos son dos claros ejemplos de lo que Arellano, la Investigadora de Mercados, califica como la cultura del roche. Los peruanos en su mayoría nos caracterizamos de no realizar reclamos formales a pesar del mal servicio o trato que se recibe. Preferimos llegar a nuestro destino temprano y recibir un pésimo servicio, que reclamar un tiempo por él y recibir un buen servicio. Preferimos mentarle la madre al cobrador, o rebajarnos a la discusión de callejón para recordarle algún oficio que seguro no ejerce su madre. Preferimos quebrar nuestros derechos con tal que el que está al lado no diga nada sobre mí, a pesar que siempre dices que no te importa el qué dirán. Feas características para tratar de emprender la formalidad y tratar de respetar las reglas de juego en el país, cuando en el mundo cada día se crean nuevas patentes, nuevo conocimiento para el beneficio de todas las personas. Somos de hablar mucho y hacer poco. Indecopi tiene una central telefónica para reclamos, pero ésta suena muy poco. Empecemos, y me incluyo, a respetar las reglas propuestas, incluso las nuestras.